Clase 2 - Genocidio, etnocidio y resistencias indigenas en Tierra del Fuego
2. ¿De qué hablamos cuando hablamos de genocidio y etnocidio?
En el proceso de colonización, entendido en este caso como el avance de los Estados argentino y chileno sobre los territorios indígenas en la Patagonia a fines del siglo XIX, se desplegaron una serie de políticas de exterminio. En paralelo y en articulación, estos países procuraron convertir los territorios indígenas en tierra pública para el establecimiento de las estancias ganaderas, que tenían como fin abastecer las industrias europeas y norteamericanas con materias primas tales como la lana.
Entonces, a través de una serie de campañas militares, se desplegaron asesinatos, vejaciones y abusos; se crearon campos de concentración y se desmembraron familias y comunidades a través del robo de niños. Todas estas acciones, entre otras tendientes a la eliminación sistemática de un grupo humano, es lo que comúnmente denominamos como genocidio. Muchas veces, para negar estos procesos, se afirma que “hay que pensarlos en su contexto”, pero de esta manera se normalizan acciones que en aquella época ya eran calificadas como crímenes de lesa humanidad, tal y como explica Diana Lenton en el material de apoyo.
El avance colonizador en Tierra del Fuego tuvo características particulares, tal y como aprendimos con las lecturas de la clase anterior. Si bien no hubo campañas militares como en otras partes de la Patagonia, la violencia genocida fue ejercida por empresarios ganaderos latifundistas en el norte de la isla, por supuesto, con el apoyo del Estado, que envió armas y municiones e instaló destacamentos de policía dentro de los establecimientos. Además, las autoridades nacionales de ambos países estaban al tanto de las acciones desplegadas en estos territorios y de las políticas seguidas con los indígenas. El asesinato de hombres, el abuso sexual de las mujeres, la separación de los niños de sus familias y su reclutamiento en las misiones salesianas, donde no se les permitía hablar la propia lengua, sumado al confinamiento en campos de concentración como la Isla Dawson, tuvieron como corolario un colapso demográfico del pueblo selk’nam, y los sobrevivientes fueron desterrados hacia el sur del paralelo 54º.
Sin embargo, tal y como vimos en la clase anterior, la historia de violencias ejercidas contra los pueblos originarios de Tierra del Fuego no empieza ni termina allí. Desde el primer encuentro registrado entre europeos e indígenas en 1580, se advierte en los escritos de los navegantes que era muy común que estos últimos descarguen sus armas de fuego cada vez que divisaban indígenas en la costa, o incluso el secuestro de personas. Por otra parte, el proceso colonizador procuró civilizar y evangelizar, “misiones” en las que la identidad indígena era percibida como negativa e inferior. Entonces, para sobrevivir, las personas fueron obligadas a ocultar la lengua y dejar de enseñarla a los hijos para protegerlos, y también a abandonar sus costumbres y los rituales tradicionales. Este proceso suele recibir el nombre de etnocidio.
Sin embargo, tal y como recuerdan muchos de los mayores de las diversas comunidades, ocultar la identidad indígena fue una estrategia que no los liberó del racismo y la discriminación. Además, como afirmamos en la clase anterior, negar la posibilidad de existencia de los sobrevivientes al genocidio y a su descendencia es otra forma de matar, que también puede encuadrarse en el concepto de etnocidio.
Muchas veces, suele decirse que estas cosas “ya pasaron” o “son cosas del pasado”. Sin embargo, el genocidio es, ante todo, un proceso histórico. Supone un plan de exterminio que, si bien remite a una época concreta de matanzas, involucró posteriormente otro tipo de violencias que fueron sostenidas a lo largo de más de un siglo. Por supuesto, todas estas acciones tienen efectos materiales y simbólicos en el presente y continúan afectando, como veremos, a las personas, familias y comunidades originarias.