Clase 1 - Interculturalidad y pueblos originarios en Tierra del Fuego

2. ¿Una Nación que bajó de los barcos?

Argentina fue imaginada en sus inicios como una nación blanca y europea, un país donde no habría indígenas ni afrodescendientes. En contraste con otros países latinoamericanos como México o Bolivia, que construyeron sus narrativas nacionales enfatizando en el mestizaje, Argentina procuró la eliminación de quienes eran identificados como un otro interno  es decir, de aquellas personas y colectivos que se alejaban del modelo ideal de ciudadano a construir, encarnado en los colonos propietarios. Posteriormente, promovió la incorporación de los indígenas sobrevivientes a las campañas militares a la ciudadanía, convirtiéndolos en descendientes. Ambas estrategias se orientaron a la negación de la diferencia para la construcción imaginaria de un nosotros nacional homogéneo (y blanco). 

En este escenario, tras décadas de silenciamiento, violencias, luchas y resistencias, en 1994 la reforma constitucional reconoció una serie de derechos particulares y empezó a delinear políticas de reconocimiento específicas. Como resultado de ese proceso, en la actualidad, el Estado nacional argentino reconoce la existencia de 40 pueblos indígenas. Sin embargo, las ideas de los intelectuales decimonónicos perduraron en el tiempo y acabaron consolidando antiguos prejuicios, al tiempo que se expresan en políticas públicas que cercenan derechos y reproducen injusticias históricas.

Estas ideas también afectaron a los pueblos indígenas quienes, víctimas del despojo de sus territorios, de sus hijos, de su herencia cultural y de sus muertos, optaron muchas veces por ocultar las marcas de aboriginalidad para enfrentar la discriminación y el racismo estructural. Para proteger a los hijos de tales violencias, también ha sido común el ocultamiento y la negación de la identidad indígena. 

Así, muchas personas que no se reconocen como originarias suelen recordar a alguna abuela o abuelo indígena, del que poco o nada se hablaba en el seno de las familias, e incluso hay personas que desconocen su ancestralidad originaria. A estos respectos, estudios antropobiológicos realizados sobre una serie de muestras en distintas ciudades patagónicas sugieren que una proporción importante de la población tiene antepasados originarios. Esto significa que los argentinos no bajaron únicamente de los barcos, sino que hubo un proceso de argentinización que supuso un blanqueamiento de colectivos indígenas y una conquista simbólica de los cuerpos y subjetividades.